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Chauncey, toma las llaves

Cualquier franquicia que hubiese fichado a Chauncey Billups este verano se hubiese hecho con un base-escolta veterano, con incógnitas en el apartado físico pero con una calidad privilegiada, una muñeca letal cuando más quema el balón y una lectura del juego de otro nivel. En definitiva, con un jugador especial, como pueden serlo varias docenas en una Liga como la NBA. Pero Chauncey Billups en Detroit es mucho más.

Bastaba con escuchar al Palace cuando, con el partido ya ganado, se dirigía a la línea de tiros libres por primera vez en su vuelta. Han pasado casi cinco años desde que Chauncey salió de Detroit en un movimiento incomprensiblede Joe Dumars, que cerraba el libro dorado de un equipo único para La Motown. Billups-Hamilton-Prince-Wallace&Wallace. Puro baloncesto, un equipo que llevó precisamente esa palabra, equipo, a su máxima expresión.

La salida de Billups, posterior a la de Ben Wallace, terminaba de manera dolorosa, violenta y, sin duda, prematura con una etapa de gloria, de ilusión para Detroit. Ayer, cinco años después, Billups volvía al Palace con una camiseta que nunca debió quitarse. Con su número uno que Andre Drummond no dudó en cederle, en un gesto noble que no es sino una prueba más de quién es Chauncey para los Pistons.

En una especie de truco del destino, el regreso más esperado por el Palace  coincidía con la rueda de prensa de retirada de Allen Iverson (algunos de los que en su día no le llegamos a comprender nos vamos dando cuenta, con el tiempo, de que se trataba de un jugador irrepetible). No fue sino la otra víctima de un traspaso inexplicable en el fondo, cruel e inaceptable en las formas, como refleja este artículo de Gonzalo Vázquez, y desastroso en el resultado.

Cinco años de penurias después, los Pistons recibían de nuevo a Billups. Al segundo mejor base de la historia de la franquicia. A su mago, su profesor, su ejecutor, su líder. Cada triple, como ese con el que puso a Detroit diez arriba a falta de seis minutos (a muchos entrenadores se les habría caído la pizarra del susto), cada asistencia a Drummond, cada cambio de mano, cada tiro libre, cada sonrisa eran un guiño emocionante al pasado. Un rayo de luz, de esperanza.

(Su primera canasta en su vuelta a los Pistons).

Chauncey, toma las llaves. Las de un equipo joven, con talento, que te necesita al timón. Las del Palace. Las de los sueños de una ciudad que lleva años sufriendo dentro y fuera del parqué. Las del orgullo de una franquicia mítica. Son tuyas, porque sólo tú sabes usarlas.

billups